Elecciones en tiempos de crisis y de recortes sociales


De nuevo vuelven a llamarnos a las urnas para que ejerzamos nuestro derecho al voto, nuestra responsabilidad y nuestro compromiso con la democracia, que como no paramos de oír, tanto y tanto costó conseguir, como si la historia no nos hubiese demostrado ya lo suficiente que más que transición, hubo un traspaso de poderes y más que lucha, por parte de muchos hubo renuncia. Nos ocupan ahora las elecciones municipales del próximo 22 de mayo, cuatro años después de las anteriores, motivo por el cual ese día es llamado también la fiesta de la democracia, porque tal acontecimiento cada tanto tiempo debe ser reconocido y festejado. Durante los próximos días vamos a asistir a un bombardeo propagandístico, sobre la importancia de votar, de los políticos legitimados y de los ciudadanos comprometidos. Para muchos, tanto políticos como votantes, las preocupaciones durante este lapso de tiempo han sido mínimas, pero eso no impide que se arrojen contra quienes no pensamos como ellos presentándose como verdaderos demócratas; ellos, que apenas se han preocupado de su barrio, de sus calles, de sus parques, de los trabajadores municipales, de los servicios, de sus escuelas y pistas deportivas, etc. Pensamos que hay muchos motivos para no votar y muchísimos más para presentar alternativas, organizarse, protestar de forma diferente a la que nos llevan imponiendo desde hace muchos años. No se pueden restringir nuestras voluntades, opiniones, opciones, denuncias, reclamaciones a una papeleta en una urna cada 1461 días, al menos, a nosotros no nos sirven.

Como hemos dicho, multitud de motivos existen para no votar, te ofrecemos algunos simplemente para que medites, pienses y reflexiones qué te impulsa a votarles, a ceder tu soberanía a gente que ni has visto, a darles el control de tu municipio y lo más grave, delegar tu responsabilidad hasta dentro de 4 años.
Porque en estos tiempos de crisis, cuando vemos que mucha gente es expulsada de su casa, que no puede pagar ni los mínimos servicios esenciales para vivir, que se agolpa en la cola del paro durante meses y más meses o que sobrevive con subsidios miserables, no han dejado de aparecer infinidad de casos de corrupción, a todas las escalas, en todos los niveles de la administración y en partidos políticos de todo tipo de color y condición. Se busca el interés particular, personal e individual de forma descarada, todo lo contrario de lo que se vende de sacrificio por la comunidad y sociedad.
Porque cuando votas, delegas en otra persona parte de tu poder, en este caso, decisorio sobre el futuro de tu pueblo, ciudad y barrio, por tanto, es difícil que luego puedas exigir responsabilidades y quejarte cuando has optado por ceder a otra persona algo de lo que todos deberíamos ser corresponsables.

Esta forma de delegar crea ciudadanos que se desentienden, despreocupan y desmotivan a la hora de participar en cualquier ámbito, ya sea de comunidad, laboral, vecindad, municipal, etc., y se pierdan valores que deberían estar permanentemente presentes en la sociedad, tales como la solidaridad, la empatía, el apoyo mutuo y la colaboración entre iguales (trabajadores, vecinos, estudiantes, jubilados…)
Porque los partidos políticos pregonan la democracia pero es evidente que no creen en ella, pues su organización, la elección de sus cargos y su funcionamiento son de lo más jerárquico, vertical y ejecutivista, con un control férreo de las listas por parte de los llamados aparatos, proponiendo y situando a determinadas personas y perfiles concretos en los puestos más elevados, aquellos que más cabezas han pisado o que sean fáciles de manipular y dirigir. Sólo hace falta ver cuando salen del poder y pierden un gobierno, en ese momento aparecen las corrientes, ideas y personajes que han estado ocultos.

Porque como hemos dicho antes, es vergonzoso que se consulte a los ciudadanos, que se les haga partícipes de forma directa únicamente una vez cada cuatro años; máxime en estos tiempos, donde las relaciones, las comunicaciones y la información viaja de forma tan acelerada, donde la mayoría quiere tener opinión, participar y ofrecer sus impresiones, no podemos conformarnos sólo en elegir representantes sin tener más voz ni voto.

Porque no hacen más que aparecer órganos de consulta, consejos consultivos, audiencias públicas, etc., todo con la insana intención de legitimar sus políticas, pues no se constituyen como entes de decisión, sino de mera consulta. Cuando los ciudadanos realmente se movilizan, se quejan, opinan, proponen alternativas y salen a la calle, se les tilda de minoría, de ser un colectivo que no representa a la mayoría o de ser meros alborotadores.

Porque la gente a la que votas, máxime en unas elecciones municipales, cuando los candidatos son más conocidos y reconocidos por sus vecinos y votantes, debería ser la más preparada, responsable, comprometida, preocupada, etc., sólo debes mirar a tu alrededor y preguntarte si es así.
Entendemos que la legítima opción de no votar debe ir acompañada de un comportamiento activo durante cada día del año, pues por esa razón nos quejamos, porque es nuestra voluntad ocuparnos de nuestros asuntos, de lo que nos preocupa o de lo que nos perjudica, entre todos, participando de manera continua. Se trata de formarse, de informarse, de crear espacios de relación, conexión y decisión, en definitiva, de organizarse en todos los ámbitos que estimemos oportunos, ya sea como trabajadores o como jubilados, como estudiantes o como parados, como madres solteras o como peatones, como ecologistas o como simples vecinos del mismo barrio. De esa manera se crea una sociedad rica, compleja, crítica y luchadora, que se implica y combate en busca de mejoras en su trabajo, en su vivienda, en sus parques, en sus escuelas, en el medio natural o en sus calles. Cuántos más y mejor organizados mejor, pues a mayor diversidad, mayor complejidad y mayores número de demandas, por lo que el camino hacia algo mejor se construye de forma más rica, participativa y consensuada.

Los partidos políticos tienen una visión clara y un objetivo único, ganar las elecciones, igual que para una empresa lo es ganar dinero de la forma que sea posible, y para ello, si es posible, se cambia de ideología, se incumple lo prometido, se pacta con quién se insultaba, pues una vez establecidos en el poder, aparece la posibilidad de ofrecer contratos y trabajos, prebendas, comisiones, etc., que implican y benefician a muchos y de la que seguro que muchos escapan, pero mejor sería no tener que comprobarlo ¿no?

Por tanto, se trata de crear espacios y organizaciones horizontales, verdaderamente democráticas, al margen de los partidos, para una vez organizados y decididos, poder exigir que se cumpla lo que se determine entre todos, no lo que decidan una camarilla de gobernantes con intereses desconocidos y ocultos para la mayoría. Cuando eso se produzca, quedará bien claro que son perfectamente prescindibles, que una casta con privilegios no es necesaria. Para ello se ha de practicar la democracia directa, celebrar asambleas donde todos puedan hablar y decidir, propiciar la solidaridad, la fraternidad y el apoyo entre iguales, pues es mucho más lo que debe unirnos, -tener una vivienda, un trabajo digno y estable, una sociedad comprometida, un transporte público eficiente, un medio natural saludable, etc.- que lo que nos separa, aunque bien intentan ellos que no lo parezca.